Hablamos con Fernando Navarro, propietario de Import Video, uno de los videoclubs más antiguos de España y una auténtica institución de Vallecas que lleva en funcionamiento desde hace 34 años.
Al igual que Tarantino, que ha afirmado que el videoclub en el que trabajó como dependiente fue su singular escuela de cine, muchos de los que hemos superado la treintena encontramos en las estanterías atestadas de cintas de VHS las piezas que fueron conformando nuestra educación cinematográfica.
Por esta razón, cruzar la puerta del videoclub Import Video, ubicado en el número 2 de la calle Carlos Martín Álvarez, muy cerca del metro de Portazgo, supone un regreso a ese pasado que nos permitió vibrar con las primeras peripecias de Indiana Jones, descubrir dónde se encontraba el tesoro de Los Goonies o, ya un poco más tarde, estremecernos con la música compuesta por Nino Rota para El Padrino.
Al frente de este establecimiento que ha sobrevivido durante más de tres décadas a los altibajos de la industria del vídeo se encuentra Fernando Navarro, un hombre de sonrisa constante al que le brillan los ojos —azules, como los de Paul Newman— cada vez que habla de cine, una pasión que ha conseguido convertir en su medio de vida.
Import Vídeo es uno de los videoclubs más antiguo de Madrid y el segundo que se abrió en España. ¿Cuál es el secreto para haber sobrevivido a estos más de treinta años?
Llevo en activo treinta y cuatro y te puedo decir que no hay secreto. Empecé con dos videoclubs, en tres años tuve cinco, la cosa fue aflojando y me acabé quedando solo con uno. El secreto es que, teniendo solo este, llevo ya más de una década trabajando los 365 días del año. Es una cuestión de constancia y esfuerzo.
¿Cómo llega Fernando Navarro a aventurarse en este negocio?
Más que una aventura, tener un videoclub era un negocio moderno y, para la gente aficionada al cine como yo, un negocio muy interesante. Era algo bonito que, haciendo cálculos, podía resultar rentable. Tenía una tienda de pequeño material electrodoméstico de venta al por mayor, que primero simultaneé con el videoclub, y al ver que funcionaba, me dediqué en exclusiva a él. De hecho, según el último censo de hace unos diez o doce años, éramos 13.200 videoclubs en España.
¿Y qué recuerdos tiene de la eclosión de los videoclubs en la España de los ochenta?
El vídeo era un artículo de moda; el ver una película en casa, sin cortes, sin publicidad, escogiendo el título, viéndola a la hora que se quería… eran muchas las ventajas que ofrecía lo que los ingleses llaman el home cinema. Ya había televisores de gran superficie, la calidad del Beta y del VHS no era la del DVD pero era bastante aceptable; estando en buenas condiciones, la película tenía la misma calidad que las que se emitían en televisión. Era un negocio que iba en alza. Las productoras multinacionales apostaron por España; después de Inglaterra éramos el país más fuerte en vídeo en Europa y hay que tener en cuenta que las productoras norteamericanas tenían allí la sede central para el resto del continente. Hubo además una labor muy eficaz de la policía, la Comandancia 111 de la Guardia Civil apoyaba muchísimo a una entidad que se llamaba la Federación Antipiratería y tuvieron una efectividad enorme: llegaron a dejar en un dos o un tres por ciento el nivel de piratería, fuimos el país de Europa con menor índice. Fue una labor encomiable, fíjate el giro que ha dado la situación.
Muchos de nosotros nos educamos, cinematográficamente hablando, en los videoclubs de nuestros barrios. ¿Crees que la televisión pasó a ocupar ese lugar? ¿Qué se ha perdido con este cambio?
Las diferentes cadenas de televisión nos han dado la posibilidad de elección, pero es una opción reducida a lo que ellas quieren. Hay películas que nunca se han emitido, mientras que en la época del VHS y del Beta, se editó más del noventa por ciento del producto de la cinematografía mundial, quizás con alguna excepción perteneciente al cine mudo. En DVD, por lo menos en España y debido al alto índice de piratería, la edición de películas antiguas va reduciéndose progresivamente, no sé cómo será en Blu-ray. Solo salen los estrenos, y no todos, y algunos solo en versión original, como por ejemplo la película rusa Leviatán, una cinta impresionante, candidata al Oscar, que no ha sido doblada. Y la lectura te impide apreciar la calidad de sus imágenes, apreciar la música… y más si es en un televisor. Tenemos lo mejor en salas pero obligamos a leer los subtítulos. Y más considerando que el doblaje en España es impresionante, una de las pocas cosas en las que no hemos perdido escuela.
¿Cuál es el tipo de cliente del videoclub? ¿Qué tipo de películas demanda?
El cliente actual es muy escaso y difícil de definir; el que acude al videoclub viene movido por la película, ya que no tiene poder adquisitivo para ir al cine o la han retirado pronto de cartel. Solo se demandan estrenos, los clientes vienen preguntando qué ha llegado nuevo. Solo en compra se pueden interesar por alguna rareza.
Este videoclub se ha convertido en una auténtica institución de Vallecas. ¿En qué crees que ha cambiado el barrio, tanto para bien como para mal?
Hace unos meses leí un artículo en una revista del barrio, en el que se decía que en Vallecas llegó a haber más de 7.000 butacas de cine y ahora no hay ninguna. La Gavia está lejos y los cines de Méndez Álvaro tampoco pertenecen al barrio. Teníamos el cine Goya, junto al ambulatorio de Peña Prieta, que fue creado en 1928, cuando se inició el cine sonoro. Con una sala de esa magnitud fuimos de los pioneros del cine en España y que desapareciese va contra natura en tanto que el cine es un arte. Los cines que teníamos en la Gran Vía eran impresionantes, los carteles dibujados a mano… Hemos perdido cosas que las generaciones venideras no van a conocer y es una pena.
¿Qué película recomendarías a ciegas a cualquier cliente que se acerque a Import Video? ¿Y cuál te costaría recomendar?
Me resulta difícil. Son casi cien años de cine sonoro y hay tantísimas películas buenas… Aunque hay un director que es considerado como el mejor cineasta de todos los tiempos, David Lean (Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, El puente sobre el río Kwai), yo siempre escogería los diez mejores, no podría decir uno. Casablanca es excepcional pero es una película de estudio, es bonita porque es poética, es mítica, pero no la puedes comparar con Doctor Zhivago…
¿Qué tesoros pueden encontrarse aquellos que se acerquen a tu videoclub?
Voy a romper una lanza por el cine actual, en el que hay películas buenísimas, aunque sean pocas. Es cierto que se ha masificado un tipo de cine sin un guión sólido, pero no se puede afirmar que el cine de antes era mejor que el de ahora. En la actualidad se hacen películas extraordinarias: la nueva versión de Mad Max dirigida por un director como George Miller, que tiene setenta años, es mejor que la original. Lo que sí es cierto es que en estos tiempo sería muy difícil hacer una película como Lo que el viento se llevó, donde confluyeron muchos factores: se estaba a punto de entrar en una guerra, la novela en la que se basaba era impresionante, Clark Gable era llamado «el rey» en Hollywood, ese technicolor tan agresivo…
¿Por qué sigue siendo necesario ver cine, ya sea en pantalla grande o pequeña?
Ir al cine sigue siendo fundamental como acto social; si no vamos al cine o los aficionados al fútbol no van al bar a ver un partido, ¿qué vida social tenemos? Ir a la sala, estar en silencio junto a unas personas desconocidas con las que convives durante unas horas, sin molestarlas, eso es civismo. Y hay que protegerlo. Si no, las personas nos vamos a hacer antisociales.
¿Podrías recomendar una película para que la vieran los políticos españoles y entendieran mejor el mundo en el que viven?
Qué bello es vivir de Frank Capra. Y que la sigan dando en Navidad es una costumbre que no debe perderse.
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