El 26 de junio de 1984, el último premio Nobel de Literatura se subió al escenario en el campo del Rayo Vallecano para dar su primer concierto en España. Una noche que el paso del tiempo ha convertido en histórica.

Corría el mes de junio de 1984 y Madrid estaba a punto de decir adiós a la movida cultural que había sacudido los cimientos de una ciudad en la que los tonos grisáceos del tardofranquismo habían dado paso a los colores chillones de la inexperta democracia. A principios de ese verano recién inaugurado, el estadio del Rayo Vallecano se preparaba para acoger el primer concierto en España de Bob Dylan, genio musical de presencia esquiva y leyenda gigante que acudía a un barrio de las afueras de la capital acompañado de un guitarrista llamado Carlos Santana.

Bob Dylan en concierto en Barcelona en 1984 (Foto: Wikimedia)
Bob Dylan en concierto en Barcelona en 1984 (Foto: Wikimedia)

Según narra Gabriela Cañas en la crónica que el diario El País publicó el 28 de junio, entre los casi 30.000 espectadores que pagaron las 2.200 pesetas que costaba la entrada «no había jovencitos tocados de peinados en punta o tachuelas claveteadas sobre el cuero negro. Era un público sosegado, adulto, de pantalón vaquero y zapatillas deportivas el que presenció el concierto». Entre ese público alejado de las estridencias melódicas y de las modas atrevidas (y para el que Dylan era ya un referente musical de juventud), se encontraban algunos ministros del Gobierno: Fernando Ledesma, que ocupaba la cartera de Justicia, Joaquín Almunia, ministro de Trabajo, y Javier Solana, más acostumbrado a este tipo de eventos al ser el máximo responsable de Cultura.

La hemeroteca coincide en señalar que fue un concierto tranquilo que incluso estuvo a punto de agotar la paciencia de algunos de los asistentes. Primero, por las largas colas para acceder al recinto, atravesando una Avenida de la Albufera a reventar desde horas antes del evento. Segundo, por la dilatada actuación de Santana en su papel de telonero. Y tercero, por la hora de retraso con la que Dylan comenzó un concierto en el que, como suele ser habitual en el autor de Highway 61, algunos de sus clásicos sonaron transmutados (ese Blowin’ in the wind con el que cerró la noche). Como señala Gabriela Cañas, «entre el agotamiento y la expectación que un mito de la categoría de Dylan puede provocar, el público estuvo durante casi toda la actuación sin aliento. Fue el de Dylan un concierto silencioso, de suaves aplausos. Unos, arrobados por su cercana presencia —estaba allí, a menos de 60 metros— y otros, somnolientos, sin poder reprimir el bostezo».

Ataviado con una levita negra y con la guitarra colgada al hombro, Bob Dylan salió a escena «confundido entre los músicos de su grupo y sin saludar a los espectadores». En su repertorio no faltaron Just Like a Woman, Hard Rain Gonna Fall, Ain’t me Babe, Ballad of a Thin ManLike a Rolling StoneMr. Tambourine ManKnocking on Heaven’s DoorThe Times they’re a-changing. Grandes clásicos de la canción popular del siglo XX que sonaron como nunca lo habían hecho antes —por eso de ser la primera vez— en el barrio de Vallecas.